La «preboda desiertos» no es solo una sesión de fotos, es una experiencia sensorial. Es sumergirse en la calidez de los tonos tierra y anaranjados, evocar la magia de un atardecer teñido por la calima, cuando el polvo del Sahara acaricia nuestra atmósfera. Es una celebración del amor en su estado más puro, donde la elegancia del negro contrasta con la belleza agreste del paisaje.
Cuando conocí a Victor y Melody, me sorprendió descubrir que su hogar era un santuario sin recuerdos plasmados en papel. Ni una sola foto de los dos adornaba sus paredes. Fue entonces cuando supe que debía ofrecerles algo especial, algo que les permitiera reconectar consigo mismos y con su historia de amor.
Les propuse una preboda sin complicaciones, cerca de casa, un oasis de calma antes del torbellino de la boda. Una excusa perfecta para conocernos mejor, para repasar los detalles de su gran día y, lo más importante, para crear un recuerdo imborrable.
Elegimos un lugar insólito: un descampado que en verano se convierte en improvisado parking para los amantes de la playa. Al principio, Victor y Melody estaban un poco cohibidos, pero pronto se dejaron llevar por la magia del momento. El mar, con su inmensidad y su promesa de futuro, nos acompañaba en la distancia, mientras explorábamos otros rincones escondidos, llenos de encanto y autenticidad.
La «preboda desiertos» fue un acierto total. Victor y Melody se relajaron, se divirtieron y se mostraron tal como son: una pareja enamorada, dispuesta a construir un futuro juntos. El resultado fue simplemente mágico: una colección de fotografías que capturan la esencia de su relación, un testimonio visual de su amor que ahora podrán compartir.
Más que una simple sesión de fotos, la «preboda desiertos» fue una aventura, un viaje a través de los sentidos, una celebración de la belleza en lo simple y lo auténtico. Y para mí, como fotógrafo, fue un privilegio ser testigo de este oasis de amor en medio del desierto.






























